2/19/2016

Amor, crítica y pop






Escuchar una banda como McCarthy es como un viaje en el tiempo. En otro lugar hablé de Gang of Four y su tema “Anthrax”; una crítica a la comercialización del amor y su mercancía en el capitalismo. Este otro tema de McCarthy sigue esa misma senda, lo que parece un lugar común de cierto post-punk o pop políticamente comprometido. “Chico conoce a chica, ¿y qué?” se preguntan los ingleses. Hasta el primer ministro británico hace su aparición aquí.

Aunque el sonido de esta banda de sólo tres álbumes quede encasillado en un momento muy concreto (lo que los angloamericanos se refieren, un tanto despectivamente, como “dated”), lo cierto es que para este escuchador tanto el contenido como su forma mantienen de sobra el pulso.  Es más, resultan imperecederos estandartes de un pop político que ya no se encuentra o no se practica.



Lyrics:


The day I met you
The sun began to shine
The world turned for the first time
When I made you mine
Oh the busy BPM (British Prime Minister)
Smiled for a while
When I made you mine, when I made you mine

Oh there's nothing else but love
There's nothing on earth but love
It's something so special when
A boy meets a girl

On whole of the earth there's nothing else but love
It's something so special when
A boy meets a girl

Oh fix me a stiff little drink
Oh fetch me a stiff little revolver
My love's gone away for good
And there's nothing on earth but love
There's nothing on earth but love

The day you left me my world fell apart
The sun ceased to shine
That day you broke my heart
And London fell down into the Thames
When you broke my heart, when you broke my heart

Oh there's nothing else but love
There's nothing on earth but love
It's something so special when
A girl leaves a boy

On whole of the earth there's nothing else but love
It's something so special when
A girl meets a boy"

So wrote a songwriter hoping to sell
A tissue of lies to the record label
"Oh all the old clichés they'll never mind
I'll stab their emotions for the hundredth time"

Oh there's quite enough romance
Peddled around these days
Without you adding to it
Oh don't make it worse

On the whole of the earth there's something else but love
A boy meets a girl, so what?
Boy meets girl, so what?
Oh why not put your brain into gear
And weep about something other than love?
A boy meets a girl, so what?
A boy meets a girl, so what?
A boy meets a girl, so what?

Oh why not put your brain into gear
And weep about something other than love?
A boy meets a girl, so what?
A boy meets a girl, so what?
A boy meets a girl, so what?



2/18/2016

Historia/cultura




El pasado es objeto de un continuo redescubrimiento, una mina para la creatividad. La industria cultural encuentra en el pasado la justificación a su crecimiento y expansión. El consumo ya no se conforma con recrear el estilo-nostalgia y la moda retro o vintage. El historicismo llega ahora también a la prehistoria. Dos noticias relacionadas con este uso de la historia han llegado a hacerse un pequeño hueco en los medios de comunicación. Por un lado, el “Time Machine Soup” dentro del programa de Donostia 2016, un espectáculo concebido para –cuales viajeros espaciales dentro de una máquina del tiempo- remontarse al pasado a partir de la degustación de 12 sopas concebidas por distintos agentes culturales; de la sopa Campbell’s de Warhol a la sopa de nuestros ancestros prehistóricos. La otra noticia se refiere a una prueba de ultratrail en los montes guipuzcoanos, “Kobaz koba trail”, cuyo concepto consiste en correr de cueva a cueva vinculando así deporte, historia y cultura. (No es descabellado afirmar que los deportes de ultrafondo se han convertido de un tiempo a esta parte en todo un epítome de los valores del esfuerzo y el sacrificio del espíritu neoliberal). La historia es en ambos casos motivo para ser “performada”, re-activada, contemplada. 


El re-enactment de la batalla de Waterloo o la actual reconstrucción del Titanic a escala 1:1 pero con motores y comodidades actuales son solo algunos ejemplos gigantes de la cultura como espectáculo o, mejor, como consumo. La misma idea de re-enactment resulta tremendamente atractiva a la industria cultural. Es ahí que el concepto de celebración se alinea con el de memoria histórica. ¿No será al revés, esto es, que toda esta obsesión posmoderna con la historia no es sino el síntoma de la incapacidad que tenemos, generacionalmente, de pensar, sentir y actuar de un modo histórico?



2/15/2016

Editorial



Novecento, Bernardo Bertolucci, 1976.

Se ha hablado de hegemonía y también de ideología. Estando de acuerdo con eso, no es menos cierto que el caso de los titiriteros ha dejado patente la descomposición de lo que anteriormente se denominaba como esfera pública. Corren malos tiempos para el humor y la sátira. Una esfera pública fuerte es aquella que permite la discusión entre opuestos, la sana rivalidad entre posiciones e intereses en conflicto. En su descripción de la esfera pública de los cafés burgueses de los siglos XVIII y XIX (y siguiendo la senda de Habermas), Terry Eagleton se hacía eco de un ambiente donde Whigs y Tories podían discutir acaloradamente sin perder las formas; el espacio de formación de una esfera pública educada, informada e inmunizada contra los dictados de la autocracia; una zona de negociación entre la corrección moral y la burla satírica y también un debate constante sobre cuestiones de “gusto cultural”.[1] El papel de la sátira, la caricatura y la burla contra los poderes establecidos (Estado, religión, la moral) es tan larga como el ascenso de la burguesía y sus instituciones dentro del Estado absolutista. Jonathan Swift, Alexander Pope y Honoré Daumier fueron artistas que cuestionaron la moral usando la sátira. Las esferas públicas británicas, francesas y alemanas incorporaron distintas tradiciones donde la crítica al poder era consustancial a la continua renovación de las instituciones sociales. En España esa esfera pública vivió un periodo de esplendor durante los siglos XIX y comienzos del XX; del esperpento de Valle Inclán a las greguerías de Gómez de la Serna. Goya, pues también. El carnaval, lo políticamente incorrecto, la disonancia y el disenso forman parte de cualquier sociedad democrática. El carnaval es esencialmente eso en su origen: subversión de valores sociales e inversión de los ordenes establecidos. Recordemos también que en la corte, al único al que se le permitía decir la verdad al rey o la reina era al bufón.

La misma idea de esfera pública no ha dejado de evolucionar a lo largo de los últimos siglos; a la esfera pública burguesa descrita por Habermas, y labrada en las conquistas sociales de los siglos XIX y XX, Aleksander Kluge y Oskar Negt argumentaron (en los años 60 del pasado siglo) a favor de la emergencia de una nueva esfera pública levantada desde el lado de la experiencia de los trabajadores y a partir de todo un nuevo conjunto de herramientas y útiles (mediáticos y culturales). Es posible argumentar que actualmente no estamos inmersos en ninguna de esas dos esferas, ni la burguesa ni la proletaria, y que la situación actual está marcada por la omnipresencia de un capitalismo que alimenta una esfera pública global en la que la tecnología y el capital resultan imprescindibles. Pero para aquellas dos esferas públicas (llamémosles antiguas) las formas de la cultura popular, el folklore, la estética y el ideario social, sindical, del anarquismo y el espíritu libertario le eran consustanciales y necesarias. El modo de operar subrepticio de la ideología consiste en hacernos creer que esas formas han de ser extirpadas en aras a un saneamiento democrático. Al contrario.

La actual recesión de la libertad de expresión en prácticamente todo el mundo nos pone en la antesala de un retorno al autoritarismo. En Occidente, el nuevo Estado absolutista es la idea del Estado-nación como ideología última y suprema. Charlie Hebdo y Je suis Charlie sólo sirven entonces cuando la hegemonía occidental parece estar bajo amenaza, no cuando ella puede cuestionarse ininterrumpidamente desde dentro. En este desmorone de la esfera pública (y Eagleton ironiza en un momento diciendo que parece que ésta viene desintegrándose desde su nacimiento) juega un papel determinante el ocaso de la prensa o, lo que es lo mismo, el sometimiento de los medios de comunicación a las presiones del poder económico y político. En resumen; su corrupción. Esto lo vemos un día sí y otro también.




[1] Terry Eagleton, La función de la crítica, Paidós.


2/10/2016

"La perra", Vasili Grossman (Ken, 2014)


La perra, Vasili Grossman, Ken, 2014


Juan Ramón Jiménez decía que “en edición diferente, los libros dicen cosa distinta”. Con este motto abre su sección editorial el estudio de diseño navarro Ken, cuya colección de libritos se parece bastante a lo que los franceses llaman una gourmandise. Es el caso de este cuento, La perra, del escritor Vasili Grossman (1905-1964), con ilustraciones de Taxio Ardanaz. La perra es un cuento breve, muy breve, publicado bilingüe en castellano y en el original ruso. Su fecha data entre 1960-1961.

Su brevedad contenida en 17 x 11 centímetros lo convierte casi en una miniatura, una medida, pequeña, donde reside el valor de la escritura de Grossman. La perra cuenta la imaginaria historia de Pestrushka, una perra callejera elegida para ser enviada al espacio exterior. A diferencia de Laika, conocida como el primer animal lanzado en un viaje orbital, Pestrushka sobrevive y regresa a la tierra después de contemplar la oscuridad abisal del universo. Pestrushka tiene en Aleksei Gueórguievich a su profesor, y la relación entre ambos en el laboratorio espacial no tiene nada de corriente. Pestrushka era una perra vagabunda, “una perra de frente ancha y sin nombre sabía que la base de su existencia estaba en el cambio continuo, en el callejeo…” Adquirió su nombre cuando fue captada para el laboratorio espacial.

La perra es un cuento que fácilmente puede integrarse en esa categoría narrativa de la literatura (a menudo olvidada) del Segundo Mundo, esto es, la literatura proveniente del bloque soviético durante la Guerra Fría. Una narración que nos habla de la carrera espacial y de cómo la censura también miraba celosamente la miniatura y lo pequeño. La última frase del cuento dice: “Por fin, Aleksei Gueórguievich consiguió ver sus ojos: unos ojos nublados, impenetrables; los ojos de una pobre criatura con la razón ofuscada y un corazón sumiso, lleno de amor”. Esta frase fue suprimida por la censura en la primera publicación de La perra en Literaturnaya Rossiya. El censor intentó darle al relato un tono más optimista, aunque la belleza y precisión de la escritura de Grossman contenga, de por sí, un mensaje cifrado dirigido directamente al centro del inconsciente político.

Este librito es además todo un “artefacto” cultural. Además de la edición bilingüe de La perra, de lectura en paralelo y comparada con la paginación de la izquierda en ruso y la derecha en castellano, cuenta con otro texto del astrofísico y divulgador científico Daniel Martín, quien nos explica el papel de los canes en los primeros viajes orbitales en la Rusia Soviética de los años 50. “Aquellas perras viajeras”. La perra se inspira así en un caso real, especialmente en la relación del entrenador Oleg Gazenko con los perros que prepararon el terreno para el viaje al espacio del astronauta Gagarin, el 12 de abril de 1960.

Mención especial merece el trabajo gráfico de Taxio Ardanaz. Durante varios meses, La perra ha ocupado un lugar privilegiado en la estantería (aún sin leerlo), con la portada vista, como un objeto u obra de arte. Además de un notable collage de inspiración soviética para la portada, el libro contiene imágenes de pintura de Ardanaz intercaladas a lo largo de la narración, lo cual pauta y a la vez ofrece nuevas perspectivas del cuento. Este “artefacto” cuenta con una simultaneidad de planos en sus escasas 70 páginas que lo acerca a un objeto constructivista. La pintura de Ardanaz es en este sentido una sucesión de imágenes pictóricas que recuerdan a fragmentos del estilo del realismo socialista (detalles de paisajes, carteles, collages de prensa) pero hackeados, distorsionados en su contexto. No se me ocurre mejor acompañamiento para este cuento que las imágenes ofrecidas por Taxio.


Todo aquí es pequeño y sublime a la vez; y estoy seguro que este libro hubiera hecho las delicias de aquel apasionado de las miniaturas soviéticas como era Walter Benjamin.

Ilustraciones de Taxio Ardanaz