5/14/2009

EDITORIAL Blogs y Crítica










Últimamente llegan noticias acerca de la prensa norteamericana, un sector que sufre una grave crisis provocada por el descenso de los ingresos publicitarios y por la circulación de sus principales diarios. Aunque Barack Obama ha rechazado un plan de choque, la crisis se ha convertido en una cuestión de estado. No es necesario recordar aquí hasta qué punto la prensa es el principal instrumento de generación de opinión pública, y por lo tanto de una esfera pública basada en la democracia participativa. El conflicto no sólo concierne al sector industrial del papel. Precisamente, el papel es parte implicada en esta disputa; abuso de papel, o su ecología. La proliferación de instrumentos de comunicación 2.0. han irrumpido con fuerza, y así como los periódicos de comienzos del siglo XX buscaban la participación del lector (mediante cartas a la dirección y otros mecanismos participativos como bien explicó Walter Benjamin en su celebrado ensayo “El autor como productor”), ahora cada noticia publicada online provoca la interacción: en los dominios del sistema “foro” hemos entrado.
La crítica no escapa a esta multiplicación de la diseminación. La crítica estaba, y sigue estando, basada en una industria (editorial). Durante estos últimos años de trabajo, no he encontrado una mejor introducción, fatalista y a la vez esperanzadora, del estado de la crítica que la realizada por Terry Eagleton en la primera página de La función de la crítica: “La tesis de este libro es que hoy en día la crítica carece de toda función social sustantiva. O es parte de la división de relaciones públicas de la industria literaria, o es un asunto privativo del mundo académico”. Una nueva forma de crítica puede emerger de esta declaración.

 La búsqueda de interacción con el lector es una constante. Los blogs nos apelan a sacar nuestras más profundas dotes de inquisición. Los blogs son la prueba de hasta qué punto la comunicación entre el periodista/escritor/autor y su lector se ha acortado. Sin embargo, la crítica de arte no quiere, o más bien, no tiene interés en ese campo. Pensemos en la cantidad de críticos de arte, o de gente que escribe acerca de arte contemporáneo en prensa y en medios especializados, y la poca cantidad de plataformas colectivas o personales a modo de blogs. Sí, es cierto que las grandes industrias editoriales se han dado cuenta de que hace falta acortar ese camino entre editor y lector y, sin ir más lejos, la revista Frieze ha abierto un blog por cada crítico del staff editorial. Se pide que se les escriba. Pero más bien, lo que parece es una maniobra acorde con el tratado de buen manual editorial de hoy en día. Esos mismos críticos establecen un formato blog, sí, de acuerdo, pero única y exclusivamente dentro de los cauces y de los límites de la estructura económica que les da voz.

Todavía no ha sido abordado, en su completa complejidad, hasta qué punto las revistas (como representantes de la industria editorial) y las instituciones (como representantes de la industria cultural) dependen de la publicidad y hasta qué grado el crítico es un esclavo en esa batalla por la publicidad. El crítico, o el crítico con aspiraciones a comisario, “está en el mercado”, como se suele decir vulgarmente. Y cuanto mayor sea la proliferación de su nombre asociado a una masa textual más o menos bien escrita mayor será su solicitud dentro del mercado. En ocasiones, la escritura sin compensación económica no es un voto de castidad auto-afligido, sino un sacrificio, un grito desesperado de existencia que clama a la llamada del mercado. Algunos blogs ponen en circulación esta desesperación: el crítico es también alguien necesitado de publicidad.

Recientemente he advertido, para mi regocijo, de la existencia de lectores “desconocidos”, algo que no debería sorprenderme a estas alturas pues el carácter público, abierto y diseminador del formato blog conlleva el reconocimiento de que uno es leído por una “masa” de lectores. (Ahora mismo, en el momento de escribir esto, caigo en la cuenta de que un blog no conlleva necesariamente la escritura de editoriales, como lo hacen la prensa escrita o las revistas al uso. Sirva este texto como editorial). Por esto, siento la necesidad de explicar que el sentido de un blog de estas características se encuentra sobre todo en la creación de un canal de subjetivación propio sin atender al requerimiento de hacer “público” aquello que ya es público por medio de otros canales: textos, ensayos, artículos y/o conferencias publicados en otros medios. Este blog no aspira a “publicar” la totalidad de mis actividades, sino sólo y exclusivamente aquellas que no encuentran salida o esas otras que actúan a modo de señuelo de prácticas diversas.
Como regla editorial, no deseo abordar cuestiones vinculadas a políticas culturales que, ¡oh!, son siempre las que congregan las mayores respuestas viscerales. No. Si existe una alegría de la crítica ésta se dará en formato online o en formato papel. Qué más da. Lo que cuenta es repartir semillas, aquí y allá. He decidido que este blog no debería ser nunca un lugar única y exclusivamente centrado en la publicidad (del que esto escribe se entiende). ¿Es esto posible?


Hace algún tiempo, harto de escribir en revistas más y menos especializadas, suplementos de periódicos y demás, y ante mi falta de continuidad en esos mismos medios, debido a cuestiones tan prosaicas que van desde la inanición económica al desaliento de un sistema “editorial” frustrante, por no hablar de sucesivas pérdidas de confianza con editores varias y al simple hartazgo, decidí cambiar en una biografía personal la fórmula internacional del “escribe regularmente para este y ese medio” por la más cercana a mi realidad; “escribe irrregularmente” anoté. Para mi sorpresa, ya dentro del marco de una conferencia, mi introductor comenzó a leer la breve biografía que yo mismo había redactado: “escribe regularmente” dijo, para contarle inmediatamente y requerirle que leyera correctamente lo que ponía.
No es ésta una cuestión baladí. La regularidad en la crítica, y la asociación del crítico con un medio concreto (o con un conjunto de medios concretos), es significativo de cómo opera el juego de la lucha por la publicidad. Diversifiquemos pues nuestro campo de acción y diseminemos nuestras semillas por aquí y por allá.